Richard Feynman, ganador del Nobel de Física en 1965, creó una técnica basada en aprender comprendiendo, en lugar de tener que ‘hincar los codos’ durante horas.
Sus trabajos en mecánica cuántica y física de partículas contribuyeron decisivamente al cambio de paradigma científico en la primera mitad del siglo XX y forma, junto a Albert Einstein o Erwin Schrödinger, una de las generaciones de mentes más brillantes de la historia. Por eso, su método de aprendizaje sigue siendo objeto de estudio y permanece vigente cuatro décadas después de su muerte.
El objetivo del Método Feynman es que cualquier persona pueda “adquirir nuevos conocimientos de manera eficiente si se lo propone. De hecho, también es una poderosa herramienta de estudio para preparar cualquier examen“. Incluso cuando el temario es tan denso y extenso como el de algunas oposiciones.
Esencialmente, es lo mismo a lo que se refería Albert Einstein cuando afirmaba que “si no puedes explicar algo de forma sencilla es que ni tú mismo lo has entendido bien“. Por eso, el Método Feynman trata de construir el conocimiento comprendiendo absolutamente todo lo que se estudia, en vez de repetir un frase una y otra vez para memorizarla (aunque no sepamos de qué diablos estamos hablando).
El objetivo final es que uno sea capaz de contarle a otra persona lo que acaba de aprender con sus propias palabras y que se le entienda perfectamente. Pero antes hay una serie de pasos a seguir.
1. Escribir el concepto
Para empezar, hay que coger una hoja de papel y escribir en su parte superior el nombre del concepto que estamos estudiando. Cuando estemos estudiando varios conceptos, vale la pena detenerse en cada uno de aquellos que no comprendamos para identificar qué partes debemos reforzar antes de continuar con el aprendizaje.
2. Describirlo con nuestras palabras
Una vez escrito el concepto, hay que describirlo con nuestras propias palabras utilizando un lenguaje sencillo, como si se lo estuviéramos explicando a otra persona.
3. Completar la explicación
El tercer paso consiste en revisar todo lo que hemos escrito con el objetivo de identificar aquellas partes que no están perfectamente explicadas, que son confusas o que no están bien redactadas. Para ello, podemos volver a nuestros apuntes o incluso buscar nueva información al respecto.
4. Revisar el lenguaje
El último paso consiste en realizar una última revisión de lo escrito. Así, si hemos utilizado un lenguaje demasiado complejo podemos reescribir el texto para hacerlo más simple e inteligible. Es importante el uso de mensajes visuales que refuercen la idea y sirvan para ‘aterrizarla’. Lo importante es asegurarnos que el discurso puede ser entendido por cualquier persona.
Si después de seguir estos sencillos cuatro pasos, nuestra explicación sigue sin entenderse puede ser que no hayamos comprendido del todo bien lo que hemos estudiado. En este caso, deberíamos empezar el proceso de nuevo.